domingo, 14 de septiembre de 2008

La planchadora degollada del Parque Rivadavia

El Parque Rivadavia, ubicado en el centro del barrio porteño de Caballito, no siempre fue cuna de entretenimientos. En ese terreno, antes de convertirse en el lugar ideal para juegos de niños y compra-venta de productos usados (revistas, monedas, discos, fotos antiguas, libros, marquillas de cigarrillos), se hallaba de pie la Quinta del viejo Lezica.
Durante las vacaciones de verano de 1861, Candelaria Lezica de Serantos, una bella adolescente, se instaló en la quinta de su bisabuelo. La joven disfrutaba mucho de los martes, cuando a las cuatro de la tarde su madre, aprovechando la ausencia masculina ya que todos salían por negocios, abría las puertas para brindar fiestas de té y baile a los hombres de apellidos importantes con el objetivo de emparejar a su hija con el más rico del barrio. La señora indicaba a la servidumbre qué tareas cumplir y les ordenaba que atendieran con una gran cordialidad. Además, le exigía a la encargada de planchar que se quedara en el patio trasero para no ser vista por los invitados que conocían su reputación de buena amante en la cama. Ella se retiraba con la plancha y los canastos de ropa, se paraba al lado del ombú y protestando repetía: “La negra planchadora bajo el ombú se queda, planchando trajes y enaguas, para que no la vean”.
Esa tarde, un muchacho apuesto pero desconocido, se hizo presente en la reunión vestido de punta en blanco desde su sombrero chato hasta sus zapatos de charol recién lustrados. Sin perder mucho tiempo, se acercó a la alegre Candelaria y la sacó a bailar un vals. La madre de la joven, indignada por la intromisión del extraño que alborotó el ambiente, entre gritos lo echó y encerró a su hija en su habitación.
Hasta el otro día nadie vio a la planchadora y creyeron que Candelaria la había despedido enojada tras encontrarla con uno de sus amantes. Pero llegado el mediodía, el jardinero de la quinta entró espantado a la cocina y contó haberla encontrado sin cabeza recostada al lado del ombú. Allí mismo la enterraron y días más tarde descubrieron que su muerte fue a causa de un crimen pasional, ya que ese martes por la noche no quiso atender a uno de sus amantes y por celos, este la degolló con el filo de un hacha, dejó su cuerpo ensangrentado sobre el pasto y huyó con la cabeza de la mujer arrastrándola de sus rulos morochos.
Años más tarde, en 1927, el nieto de la ya fallecida Candelaria, le vendió la Quinta del viejo Lezica al Estado y el presidente Marcelo T. de Alvear inauguró allí el Parque Rivadavia demoliendo la casa, pero conservando el enorme ombú. Desde entonces, están quienes aseguran que cada martes por la noche, la planchadora se pasea sin cabeza por el parque, con su plancha al rojo vivo y cuelga harapos desde las ramas del ombú mientras protesta: “La negra planchadora bajo el ombú se queda, planchando trajes y enaguas, para que no la vean”.

5 comentarios:

Leonardo Ferri dijo...

Ahora quiero alguna historia con la feria de libros y cds del parque!

Elvis o Janis Joplin deben estar ocultos en el monumento a Bolívar!

Anónimo dijo...

Soy Rooooooo!!! Felicitaciones x el blog chicos pero bueno Sabri, sos mi amiga y paso a bautizar el post, aunque parece que Leo ta en todos los blogs jajajaja recien emprecé a navegar x este y Madison (obvio) y recién veo que firmó en todos. No tuve tiempo de poner el gancho antes asi q les dedico mucha merd!!!
Beso

Anónimo dijo...

Ahhh jajaja me olvidaba firmenle a Leo lo está pidiendo a gritos!!! jajaja yo no tengo tiempo asi que si alguien lea este post dele no sea malo firmenle pobre.
Beso
pd: obvio que sigo siendo yo la que postea!!! jajaja

Anónimo dijo...

un poco confuso primero :¿la planchadora es una sirvienta o es la hija a la que le buscaban un novio de plata ?o cual de las dos?..bueno la historia esta buena da escalofrios !pero no la entendi muy bien !!!!!!!.chau (publiquen +)!

Anónimo dijo...

Para Leo2377: Cuenta la historia que hace unas dos décadas aproximadamente, un puestero del Parque Rivadavia hizo una apuesta y perdió. Para mal de todos lo estamos pagando hasta el día de hoy. La apuesta era que no se iba a bañar nunca jamás y lo está cumpliendo. Es más, en señal de respeto muchos de sus compañeros puesteros le están haciendo el aguante y tampoco se bañaron desde aquel día.