lunes, 29 de septiembre de 2008

Un demonio en la Embajada de Alemania


Ernesto Tornquist fue un prestigioso empresario argentino que hizo construir su mansión en Villanueva 1055, al lado de la Iglesia San Benito entre los barrios de Palermo y Belgrano, donde hoy funciona la Embajada de Alemania.
Luego de su muerte en 1908, la casa fue vendida a la familia Casullo y después a la familia Blaquier, quienes de repente, en medio de una noche de tormenta y sin explicar nada a nadie, partieron en su coche bajo la luz tenue de la luna.
Cinco días pasaron hasta que el monaguillo de la iglesia decidió ingresar a lo de sus vecinos para investigar qué era ese olor nauseabundo que se sentía desde el presbiterio. No tardó mucho en encontrar el causante del hedor. Semidesnudo y recostado en el piso helado del comedor, estaba el cuerpo de Alfio, el hijo de la pareja Blaquier.
Con la garganta abierta por el filo de una cuchilla, sus pulmones hacían un inútil esfuerzo por absorber la mayor cantidad de aire, pero solo lograban ahogarse en una tos de sangre y vómito.
Sus manos inmóviles, sus ojos blancos clavados en dos cuervos que expectantes lo observaban desde el vitreaux del techo, lo acechaban, lo esperaban, lo deseaban. Finalmente, y sin cambiar el rumbo de su mirada, el cuerpo tieso de Alfio se levantó y quedó de pie sobre el aire. Una voz sobrenatural le susurró una frase al monaguillo: “Quien mora en este cuerpo ahora, morará más tarde en otro que brindará su alma para que los demonios renazcan”. Segundos después, los cuervos desplegaron sus alas, se dejaron caer a los hombros del endemoniado Alfio y comenzaron a picarle los ojos.
El monaguillo, espantando, corrió hasta la iglesia. Llegó a la puerta y le contó al cura lo que había sucedido. Meses más tarde, el joven monaguillo hablaba de cuervos, de muertos ensangrentados y de demonios desde la habitación de un manicomio.
Durante años la mansión Tornquist estuvo deshabitada y nadie se animaba a acercarse a sus puertas, hasta que en 1980 la República Federal alemana se hizo acreedora del terreno. Contrató al arquitecto Dieter Oesterlen para que la refaccione y en marzo de 1983 inauguró la Embajada y Consulado de Alemania.
Nada se supo de Alfio, pero algunos aseguran que de noche escuchan una voz rara que suena gruesa pero que a la vez parece un chirrido (como quien rasguña un pizarrón), que reclama el desalojo de la mansión para que los demonios renazcan.

sábado, 27 de septiembre de 2008

El enano vampiro


Allá por los 80, el Circo de los Zares desembarcó con su fascinante espectáculo en Buenos Aires. Miles de personas concurrían diariamente para disfrutar o aterrorizarse con la presentación de fenómenos nunca antes vistos. Uno de ellos era Belek, un enano proveniente de la mítica zona de Cárpatos, donde habitaba el Conde Drácula.

Belek se había convertido en una de las sensaciones del circo, pero un día algo sucedió. El “hombre bala” y la “mujer barbuda” descubrieron al enano clavando sus filosos colmillos en el cuello de uno de los monos tití de la compañía y el dueño decidió echarlo de mala manera.

Lejos de su hogar, Belek encontró refugio en una casa abandonada del barrio de Flores. Como no tenía dinero para comer tuvo que rebuscársela y, fue ahí, donde misteriosamente los perros y gatos del barrio comenzaron a aparecer muertos con marcas de colmillos en sus cuellos.


Los vecinos asustados por la destino de sus mascotas, comenzaron a investigar y llegaron a la conclusión de que el nuevo habitante del barrio era el culpable de estos crueles episodios. Así fue como un día entraron a la casa del enano vampiro e intentaron asesinarlo. Pero Belek fue más rápido y escapó hacia el cementerio de Flores, donde aún -aseguran- habita, sediento de sangre.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Las hamacas misteriosas

Vecinos de la localidad cordobesa de La Calera aseguraron que una hamaca ubicada en la plaza 25 de Mayo se mueve sola. Y agregaron un detalle: el fenómeno sucede solo los lunes después de las 22.
Pero no es el primer caso de una hamaca misteriosa. En 2007, se conoció otro fenómeno similar en una plazoleta ubicada en el ingreso a la localidad santafesina de Firmat. Allí, había tres hamacas contiguas pero solo una se movía, en un recorrido de dos o tres metros hacia atrás o adelante. Quienes observaron el fenómeno afirmaron que parecía que alguien se estuviera meciendo en ella.
Según la opinión de científicos, la hamaca de Firmat se encontraba en resonancia con algún elemento metálico o agua subterránea y esto generaba un movimiento que iba aumentando en velocidad. Sin embargo, existía otra versión que aseguraba que era movida por el espíritu de un niño muerto en ese mismo lugar hace veinte años. Según la historia, durante la construcción de un nuevo barrio de la zona, hubo un accidente y un niño perdió la vida en los cilindros de cemento de desagüe. Su travieso fantasma sería el causante de los movimientos de la hamaca.




martes, 23 de septiembre de 2008

El gigante de Once

Tres metros de altura y de barro son las descripciones que vecinos de Balvanera dan al gigante. El Golem fue creado por el rabino judío Judah Loew ben Bezabel. El Majaral, para proteger al ghetto de la ciudad Josefov, en Praga, que era discriminado en ese momento a finales del siglo XVI.
Dada la situación, el maestro Judah Loew ben Bezabel entregó a otro rabino un frasco con el mismo barro, extraído del río Moldavka, que atraviesa Praga. El Majaral, o “el más venerado maestro y rabí viajó junto con la migración judía y se instaló en el barrio de Once, en un edificio frente a la Plaza, sobre la avenida Rivadabia. Esta vez, el rabino junto con Judah Loew ben Bezabel aplicaron todos sus conocimientos en filosofía, astrología y astronomía para la nueva creación. Así se creó otro Golem, más conocido como El gigante de once.
Dicen que El gigante de once salva de accidentes y malhechores a las personas. Es un protector del barrio. Se rumorea en algunas cafeterías del barrio que hoy en día no vigila como antes, y que sus veedores son los gatos de la plaza, ellos le avisan.
De allí en más, la historia se ramifica en versiones. Unos: cuentan que antes de morir el rabino encerró al gigante en una habitación a la que nadie puede entrar. Otros: que vive en un callejón oculto. Y terceros dicen que descansa bajo la pileta del monumento central.

Su alma en el espejo

Arrugas que no se esconden, canas que no domina, labios finos y resecos, y esos ojos azabache que bajo dos cejas tupidas lanzan una mirada penetrante. Tan blanca, tan pálida queda su imagen, y de golpe… un grito agudo, ensordecedor, espectral.
Ese es el reflejo que devuelve el espejo. Es el rostro de Beatriz Tejada del Solar, fallecida en 1927. La mujer era una vieja codiciosa con una fortuna incalculable de billetes y joyas. Fue en ese año cuando se hizo poseedora del espejo maldito.
Ovalado y con un marco de oro, apareció en Egipto a principios del siglo XX enterrado cerca de la tumba de Tutankamón. Quienes lo encontraron se alarmaron al leer que en la parte de atrás aparecían inscripciones que expresaban “El camino del alma inmóvil”, y deletreaba una maldición para quien mirara fijo el vidrio. Creyeron que sería un objeto del faraón pero por lo grave de su enunciado, prefirieron no mostrarlo al público. Quisieron volver a enterrarlo, pero la mano de un ladrón se adelantó y lo robó.
El hombre se lo vendió a una dama joven que llegó a su casa, le sacó el polvo y lo apoyó sobre la cómoda de su dormitorio. Esa misma noche, la dama se sentó frente al espejo para peinarse… minutos después su cuerpo se desvaneció y su rostro comenzó a gritar desde adentro del cristal. Su marido quiso romperlo pero los gritos eran desgarradores. Entonces decidió envolverlo en un paño verde inglés y lo tiró en el depósito de un barco que partía con rumbo desconocido.
El barco ancló en La Plata, provincia de Buenos Aires, y el espejo fue llevado por dos marineros a la mansión de la vieja Beatriz, dueña de la embarcación. Ella, maravillada por la hermosura de la adquisición, pidió que lo cuelguen en una de las paredes de su dormitorio. Esa misma noche, la vieja Beatriz cayó muerta y su rostro quedó atrapado, pálido y con los gritos más estremecedores que puedan oírse.
La historia tiene varios finales: que el espejo fue llevado a un galpón en San Telmo donde hoy funciona el Mercado de las Pulgas. Que fue escondido en un sótano en Tigre, lugar donde está el Puerto de Frutos. Que fue devuelto a Egipto. Lo cierto es que desde hace más de 80 años nadie ha sabido nada. Así que, frecuentadores de mercados y amantes de los espejos, a la hora de comprar y de mirar, tengan cuidado. Puede ser que el rostro de la vieja Beatriz los mire fijamente para salir y liberar su alma inmóvil.

domingo, 21 de septiembre de 2008

La bestia de la Reserva Ecológica


Cada fin de semana la Reserva Ecológica recibe más de 10.000 visitantes que disfrutan de su flora y fauna nativa. Sin embargo, cuando el sol se esconde un animal misterioso acecha a los desprevenidos.

Mitad rata, mitad perro, “Reservito” se esconde entre los pastizales a la espera de alguna presa que pueda saciar sus ansias de sangre.

El origen de este monstruo radicaría en los altos niveles de contaminación que presentan las aguas del Río de la Plata.

Algunas hipótesis indican que los reiterados incendios de la Reserva, más de 300, son producidos intencionalmente con el fin de terminar con “Reservito”, algo que hasta ahora no han logrado.

La bestia sigue allí, acechando a sus futuras presas...

viernes, 19 de septiembre de 2008

La extraña muerte de Rufina Cambaceres



Entre las tumbas y bóvedas del cementerio de la Recoleta laten millones de historias de fantasmas. Entre ellas, sobresale la de Rufina Cambaceres, hija del escritor argentino Eugenio Cambaceres. El autor se casó con una bailarina italiana, Luisa Baccichi. El matrimonio tuvo una única hija. Tras la muerte de Cambaceres, en 1889, madre e hija vivieron solas en un casona ubicada en la calle Montes de Oca. Cuatro años después, Luisa se convirtió en la mujer del futuro presidente Hipólito Yrigoyen.
El 31 de mayo de 1902, Rufina cumplía 19 años. Su madre había organizado una fiesta y luego irían a un concierto en el teatro Colón. Cuando había terminado la fiesta, Luisa escuchó el grito de una de las mucamas y enseguida corrió a la habitación de Rufina. La mujer encontró a su hija muerta, tendida en el suelo. Según el testimonio del médico, se trató de un síncope. Sin embargo, había una versión que aseguraba que su madre la drogaba todas las noches con un tranquilizante para que la chica no se despertara mientras ella tenía relaciones con su amante, quien sería un supuesto novio de Rufina. La noche de su muerte, Luisa habría redoblado la dosis y eso habría sido fatal. El supuesto novio se habría suicidado veinte días después, frente al Café Tortoni.
Al día siguiente de su fallecimiento, Luisa e Hipólito Yrigoyen, la sepultaron en la Recoleta. Pero unos días más tarde, el cuidador de la bóveda les comunicó un terrible hallazgo: el ataúd de Rufina estaba abierto y con la tapa rota. La versión oficial afirmó que se trataba de un robo, debido a que la joven había sido enterrada con todas sus joyas. Sin embargo, para muchos, Rufina había sufrido un ataque de catalepsia y había sido sepultada viva.
Según la leyenda, Rufina se despertó, golpeó varias veces las paredes del féretro, logró salir y ver el cementerio desierto. Pero como las puertas de la bóveda estaban cerradas, la joven entró en una profunda desesperación y murió de un ataque al corazón.
Una estatua de estilo art noveau la representa con una mano aferrada a la reja de la bóveda. Es como si tratara de abrir el picaporte de una puerta. Hay muchos que aseguran que, después de tantos intentos, el fantasma de Rufina lo logró y durante las noches deambula por las callecitas del cementerio. Y que incluso podría ser la misteriosa Dama de Blanco. Aunque esa ya es otra historia.

martes, 16 de septiembre de 2008

El fantasma que asustó a presidentes y poetas en el Museo Fernández Blanco


Ella no tiene la culpa... de haberse muerto sin querer. Tenía sólo 17 años. Era tan joven que no pudo resistir cuando la tuberculosis atacó su frágil cuerpo. Puede que no se haya dado cuenta, o puede que esté llorando su suerte, pero lo cierto es que aún hoy da vueltas por los jardines del Museo de Arte Hispanoamericano.

En una cuadra empinada que llega a la Avenida Libertador, en el barrio de Retiro, descansa una casona construida a principios del siglo XX, pero con el estilo propio de una casa colonial. Con patios y galerías, columnas en la entrada, un jardín andaluz, un aljibe y enredaderas. Y entre las columnas de la galería, bajo la luz de la luna y como alma penitente, ella camina, quizás sin saber bien por qué.

La casona que alguna vez fuera “la casa de la familia Noel” es hoy la sede del Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco. La fachada estilo colonial es como un oasis de tradición en la cada vez más cosmopolita ciudad de Buenos Aires. Fue construida por el arquitecto argentino Martín Noel, quien además era coleccionista de arte hispano.

Con el paso del tiempo, la casona fue pasando de mano en mano, e incluso fue usada como centro de trata de esclavos, como cuentan las malas lenguas. También dependió por un tiempo de la Parroquia del Socorro, ubicada a pocas cuadras de la casona. Fue en ésta época que la joven habitó la casa, en vida.

Tiempo más tarde, en 1928, cuando todavía era “la mansión Noel”, un presidente de los Estados Unidos, Herbert Hoover, se hospedó en la casona… y no pudo pegar un ojo. Es que la podía escuchar, gimiendo y llorando, azotando puertas, e incluso algunos miembros de su escolta dijeron haberla visto caminando afuera, sin tocar el suave pasto del jardín.

Su imagen extremadamente blanca llamó más de una vez la atención de los invitados a las reuniones que el poeta Oliverio Girondo diera en los años ‘40 en su casa aledaña al actual Museo Fernández Blanco. Por ese entonces, ninguno de los presentes (como el escritor Manuel Mujica Lainez) podía explicar qué hacía esa chica caminando por el jardín del museo a altas horas de la noche…

domingo, 14 de septiembre de 2008

La planchadora degollada del Parque Rivadavia

El Parque Rivadavia, ubicado en el centro del barrio porteño de Caballito, no siempre fue cuna de entretenimientos. En ese terreno, antes de convertirse en el lugar ideal para juegos de niños y compra-venta de productos usados (revistas, monedas, discos, fotos antiguas, libros, marquillas de cigarrillos), se hallaba de pie la Quinta del viejo Lezica.
Durante las vacaciones de verano de 1861, Candelaria Lezica de Serantos, una bella adolescente, se instaló en la quinta de su bisabuelo. La joven disfrutaba mucho de los martes, cuando a las cuatro de la tarde su madre, aprovechando la ausencia masculina ya que todos salían por negocios, abría las puertas para brindar fiestas de té y baile a los hombres de apellidos importantes con el objetivo de emparejar a su hija con el más rico del barrio. La señora indicaba a la servidumbre qué tareas cumplir y les ordenaba que atendieran con una gran cordialidad. Además, le exigía a la encargada de planchar que se quedara en el patio trasero para no ser vista por los invitados que conocían su reputación de buena amante en la cama. Ella se retiraba con la plancha y los canastos de ropa, se paraba al lado del ombú y protestando repetía: “La negra planchadora bajo el ombú se queda, planchando trajes y enaguas, para que no la vean”.
Esa tarde, un muchacho apuesto pero desconocido, se hizo presente en la reunión vestido de punta en blanco desde su sombrero chato hasta sus zapatos de charol recién lustrados. Sin perder mucho tiempo, se acercó a la alegre Candelaria y la sacó a bailar un vals. La madre de la joven, indignada por la intromisión del extraño que alborotó el ambiente, entre gritos lo echó y encerró a su hija en su habitación.
Hasta el otro día nadie vio a la planchadora y creyeron que Candelaria la había despedido enojada tras encontrarla con uno de sus amantes. Pero llegado el mediodía, el jardinero de la quinta entró espantado a la cocina y contó haberla encontrado sin cabeza recostada al lado del ombú. Allí mismo la enterraron y días más tarde descubrieron que su muerte fue a causa de un crimen pasional, ya que ese martes por la noche no quiso atender a uno de sus amantes y por celos, este la degolló con el filo de un hacha, dejó su cuerpo ensangrentado sobre el pasto y huyó con la cabeza de la mujer arrastrándola de sus rulos morochos.
Años más tarde, en 1927, el nieto de la ya fallecida Candelaria, le vendió la Quinta del viejo Lezica al Estado y el presidente Marcelo T. de Alvear inauguró allí el Parque Rivadavia demoliendo la casa, pero conservando el enorme ombú. Desde entonces, están quienes aseguran que cada martes por la noche, la planchadora se pasea sin cabeza por el parque, con su plancha al rojo vivo y cuelga harapos desde las ramas del ombú mientras protesta: “La negra planchadora bajo el ombú se queda, planchando trajes y enaguas, para que no la vean”.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Un taxi directo a la muerte


Podría confundirse con un auto más de los que diariamente recorren el barrio de la Chacarita. Sin embargo, hay quienes afirman que en los alrededores del cementerio transita un taxi que recoge a las personas que salen del allí luego de visitar a sus seres queridos y las conduce directamente a la muerte.
En 1978, el periódico barrial Todo Real publicó una noticia acerca de una mujer que fue encontrada muerta sobre la lápida de su madre. Los médicos aseguraron que la mujer, identificada como Felipa Hosperttato, sufría una depresión profunda y esto le había provocado la muerte. Sin embargo, para los vecinos, el caso fue una prueba de la existencia de aquel taxi mortal.
Según la leyenda, Felipa había salido del cementerio de la Chacarita y decidió tomar un taxi, en vez de caminar las cuadras que la separaban de la parada del colectivo. Enseguida, divisó un taxi que acercaba. Sin perder tiempo, la mujer lo paró y se subió. Le indicó al chofer la dirección y se recostó en el asiento. De a poco, se hundió en los pensamientos acerca de su madre. Estaba tan triste, que no prestó atención a la palidez del conductor ni al suave cabeceo con el que el hombre le respondió al escuchar la dirección.
En un momento, Felipa comenzó a sentir un frío profundo. Intentó subir la ventanilla pero ya se encontraba cerrada. Fue entonces cuando reparó en los extraños rasgos de quien iba al volante. Observó con horror, sus manos flacas, con la piel pegada a los huesos, y de un tono extremadamente pálido. Cuando intentó ver su rostro a través del espejo delantero, no logró hacerlo pues estaba colocado de tal manera que sólo se veía el asiento vacío al lado del taxista.
La mujer intentó hablarle pero el hombre no respondió. Cuando levantó su mano para tocarle el hombro al taxista, Felipa comprobó que su propia mano era la de un muerto. Y gritó desesperadamente al darse cuenta de que en el cristal se veía reflejado el cadáver de una mujer. Era su propia imagen. En ese momento, el taxi se detuvo. Felipa miró a su alrededor. Habían regresado al cementerio de la Chacarita. Allí fue encontrado su cadáver al día siguiente.

Un compañero extraño

Existen otros datos que alimentan la leyenda. Hay taxistas que mencionan a un compañero que nunca sale a almorzar con ellos y que jamás abandona el taxi. Según los testimonios, la patente de su auto es RIP 666. RIP es la inscripción que aparece en las tumbas y 666 es el número con que se identifica al diablo.

El hombre que creyó haberse salvado

Un hombre aseguró haberse salvado del taxista de la muerte. Según su testimonio, tomó el taxi a la salida del cementerio de la Chacarita, pero durante el trayecto tuvo un visión: la imagen de su padre muerto andando en bicicleta. Esto lo devolvió a la realidad y enseguida prestó atención a las extrañas características del conductor. Asustado, el hombre se arrojó del vehiculo.
Después del hecho, sintió que el extraño taxista lo perseguía. Una semana más tarde de brindar el testimonio, el hombre falleció. Jamás se pudieron establecer las causas del deceso.


Nunca pudo comprobarse la existencia de aquel extraño taxi. Pero, aún hoy, muchos de los que visitan el cementerio de la Chacarita prefieren tomar el colectivo.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Fantasmas en el subte

La línea A del subte, que viaja de Plaza de Mayo a Primera Junta, es de otro tiempo. Butacas de madera, lamparas que en el transcurso del viaje se prenden y apagan y el sonido de las rieles de fondo dan la sensación de que ahí el tiempo no corre como en las calles.
Junto con la luz amarilla de los focos se rumorea un mito.
Un antiguo operario de la estación Sáenz Peña fue a los sanitarios en horas de servicio y encontró en ellos a un hombre degollado sobre un charco de sangre. Con la inmediatez de la conmoción el empleado dio el alerta al personal de seguridad de la estación, y sin sobresaltos, encontraron el sitio en sus condiciones normales y sin rastro de violencia. Al operador, lo empezaron a tildar de loco.
Al día siguiente, lo mismo, pero el testigo esta vez era otro empleado. Con el tiempo el rumor se hizo mito y muchos trabajadores afirmaron haber visto al degollado de esa estación. El baño fue clausurado, no por ningún motivo en especial, sino que faltando dos horas para la media noche, los jueves, el baño se empezó a inundar. Una falla en la cañería o el degollado que aún no se va.

martes, 9 de septiembre de 2008

Los fantasmas van al spa


En el número 3234 de la calle Campana, a metros de la vía del tren en pleno barrio de Villa del Parque existe, desde 1900, un caserón que sobresale ante los demás por su construcción ostentosa. Cinco pisos, una torre y un sin fin de rejas y ventanas, hacen que al pararse en su vereda, de la sensación de estar mirando un castillo. Las paredes decoradas con gárgolas hicieron que la gente comenzara a llamarlo El Palacio de los Bichos.
El ingeniero Muñoz González fue contratado para construir la mansión bajo las órdenes de un aristócrata italiano, quien pensaba que sería el mejor regalo de casamiento para su joven hija (claro que entonces no se estilaba abrir una lista en Falabella).
La desgracia llegó el día de la boda. La fiesta se celebró con bombos y platillos en la hermosa mansión, pero cuando su hija partió con su esposo hacia la luna de miel, el tren los atropelló y ambos murieron de inmediato. El padre clausuró la casa maldiciéndola y volvió a Italia.
Desde entonces, los vecinos cuentan que se prenden y apagan luces por la noche, y al pasar el tren pueden oírse llantos y gritos de dolor.
Desde hace diez años, El Palacio de los Bichos intentó abrir sus puertas de varias maneras. Primero como una casa de té, luego como un salón de fiestas, pero los negocios quebraron y empezaron a correr rumores de que los fallecidos tórtolos buscan evitar que se adueñen de su hogar.
Hace unos meses un nuevo intento abrió el palacio, esta vez con un salón de spa y estética corporal. Habrá que ver si los recién casados logran relajarse con los masajes, la música suave y las aguas termales, o si los nuevos dueños tienen una empresa con las horas contadas.

domingo, 7 de septiembre de 2008

PASCUAL COLOMBO: La leyenda del falso médico




En los pasillos del hospital de Clínicas se esconde una historia oscura. Un historia de frustración, locura y venganza. Es el mito de Pascual Colombo, quien sin ser médico operaba pacientes mientras dormían en la noche.

Colombo había llegado a la Ciudad de Buenos Aires proveniente de una provincia del norte para cumplir su gran sueño: convertirse en un médico reconocido. Obligado a trabajar para sobrevivir el joven empezó a dejar de lado el estudio. Esto lo llevó a reprobar los exámenes una y otra vez. Sin embargo, nunca dejó de intentarlo.

Hasta que un día todo cambió. Un llamado desde su provincia natal le informaba que su madre había muerto. La razón: una explosión de vesícula. El joven nunca se perdonó no haber llegado a ser médico para ayudar a su madre.

Desequilibrado, Colombo abandonó todo y comenzó a frecuentar el hospital de Clínicas, donde refugiado en la oscuridad de la noche operaba de vesícula a los pacientes que indefensos descansaban en las salas de internación.

¿Fantasía o realidad?

Video sobre el mito Colombo
http://www.youtube.com/watch?v=6WM5m8Lre70

El misterio de la pintora de La Boca


Su aspecto recuerda a las torres de los antiguos castillos medievales. Sus grandes ventanales dan hacia la avenida Almirante Brown y se funden en la vorágine del barrio de La Boca. Conocida como la “Torre del fantasma”, su fachada deja entrever el paso del tiempo y ha generado más de una discusión en relación al estilo al que pertenece. Para algunos corresponde al Art Noveau, y para otros, pertenece al Modernismo Catalán. Fue construida bajo las órdenes del arquitecto Guillermo Álvarez. Posee una cúpula que funciona como una especie de mirador cerrado.
Arropado por construcciones y bares modernos, el edificio acuna dentro de sí una leyenda. Allí vivía una bella pintora llamada Clementina. En una ocasión, un periodista fue a visitarla para hacerle una entrevista y tomó algunas fotos de sus obras. Cuando el periodista reveló las fotos encontró figuras de duendes emergiendo en los cuadros y entre los muebles. Intrigado por el hallazgo, volvió a buscar a Clementina para contarle sobre lo que había sucedido, pero ella se negó a recibirlo.
Poco tiempo después, los vecinos escucharon un disparo que provenía de la casa de la pintora. Cuando la policía llegó al lugar, no encontró rastros de ella. Nunca más se supo nada de Clementina.
Aunque pasó el tiempo, se cree que el fantasma de la joven aún merodea por las habitaciones de la torre.
“A ha habido gente que asegura haber escuchado ruidos, llantos y hasta incluso haber sentido su presencia”, cuenta un vecino.
Próximamente, la torre se convertirá en una galería de arte colectivo.
Cuando la lógica queda vencida ante lo sobrenatural, solo es cuestión de creer o reventar.

viernes, 5 de septiembre de 2008

El último rey de Francia: el Delfín del Plata



La mayoría de la gente cree que el último rey de Francia fue Luis XVI. Que su majestuosa cabeza terminó rodando calle abajo por las calles de París hasta que se partió en dos. Y que los dos hijos del matrimonio real murieron en las sombras de los calabozos de una torre en la capital francesa, en los albores de la República.

Pero esto último no necesariamente es verdad. Sí, un chico de nueve años murió en 1980, encerrado en una celda fría, húmeda y oscura. Pero la leyenda cuenta que para ese entonces, el verdadero príncipe heredero, o Delfín, Luis Carlos de Borbón, había sido adoptado por una familia de pescadores de una localidad del norte de Francia llamada Calais.

Para cuando llegó al Río de la Plata, en 1818, su nombre era Pierre Benoit. Dicen que sus restos descansan en el cementerio de la Recoleta. También dicen que al llegar al puerto de Buenos Aires, Benoit tenía solamente 17 años y una carta de recomendación escrita por Napoleón Bonaparte.

Instalado en Buenos Aires, Benoit se destacó como pintor (dejó unos retratos formidables de María Antonieta), y como arquitecto. Se casó y hasta el día de hoy, sus descendientes sostienen dos cosas: que antes de morir confesó ser el rey Luis XVII y que su muerte no fue natural. Un médico falso lo habría visitado en 1853, y lo habría envenenado.


Puede que la afrancesada Buenos Aires haya sido el escondite casi perfecto para un rey coronado en el exilio, a quien su destino finalmente lo alcanzó. O puede ser que todo haya sido una fabulación nacida del hermetismo de un francés virtuoso y culto, pero de origen humilde.


Lo cierto es que Benoit existió, y que la pregunta sigue en pie: ¿vivió o no entre nosotros el último rey de Francia?