viernes, 19 de septiembre de 2008

La extraña muerte de Rufina Cambaceres



Entre las tumbas y bóvedas del cementerio de la Recoleta laten millones de historias de fantasmas. Entre ellas, sobresale la de Rufina Cambaceres, hija del escritor argentino Eugenio Cambaceres. El autor se casó con una bailarina italiana, Luisa Baccichi. El matrimonio tuvo una única hija. Tras la muerte de Cambaceres, en 1889, madre e hija vivieron solas en un casona ubicada en la calle Montes de Oca. Cuatro años después, Luisa se convirtió en la mujer del futuro presidente Hipólito Yrigoyen.
El 31 de mayo de 1902, Rufina cumplía 19 años. Su madre había organizado una fiesta y luego irían a un concierto en el teatro Colón. Cuando había terminado la fiesta, Luisa escuchó el grito de una de las mucamas y enseguida corrió a la habitación de Rufina. La mujer encontró a su hija muerta, tendida en el suelo. Según el testimonio del médico, se trató de un síncope. Sin embargo, había una versión que aseguraba que su madre la drogaba todas las noches con un tranquilizante para que la chica no se despertara mientras ella tenía relaciones con su amante, quien sería un supuesto novio de Rufina. La noche de su muerte, Luisa habría redoblado la dosis y eso habría sido fatal. El supuesto novio se habría suicidado veinte días después, frente al Café Tortoni.
Al día siguiente de su fallecimiento, Luisa e Hipólito Yrigoyen, la sepultaron en la Recoleta. Pero unos días más tarde, el cuidador de la bóveda les comunicó un terrible hallazgo: el ataúd de Rufina estaba abierto y con la tapa rota. La versión oficial afirmó que se trataba de un robo, debido a que la joven había sido enterrada con todas sus joyas. Sin embargo, para muchos, Rufina había sufrido un ataque de catalepsia y había sido sepultada viva.
Según la leyenda, Rufina se despertó, golpeó varias veces las paredes del féretro, logró salir y ver el cementerio desierto. Pero como las puertas de la bóveda estaban cerradas, la joven entró en una profunda desesperación y murió de un ataque al corazón.
Una estatua de estilo art noveau la representa con una mano aferrada a la reja de la bóveda. Es como si tratara de abrir el picaporte de una puerta. Hay muchos que aseguran que, después de tantos intentos, el fantasma de Rufina lo logró y durante las noches deambula por las callecitas del cementerio. Y que incluso podría ser la misteriosa Dama de Blanco. Aunque esa ya es otra historia.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué feo pobre Rufinaaaa... me dio mucha impresión. Piel de pollito!

Anónimo dijo...

ahii pobre!!si me llegara a pasar algo asi no se que haria...espero que nunca se me aparesca!!

Unknown dijo...

La madre culpable de todo su sufrimiento. QEPD Rufina.