viernes, 7 de noviembre de 2008

El fantasma del museo de La Plata


Existe una leyenda particular en la ciudad de La Plata. Según cuenta la historia, el espiritu del cacique tehuelche Modesto Inakayal se pasea por las salas del Museo de Ciencias Naturales. De acuerdo a los testimonios, su fantasma sería el responsable de portazos, desorden de cajones, escozores en la espalda de los visitantes. Por las noches, hay quienes sostienen que se lo escucha gritar en su lengua.

Vida y ocaso del cacique
A orillas del río Limay, Modesto Inakayal se había convertido en el amo de la región. En la Patagonia mandaba el gran Sayhueque. Pero Inakayal, junto a Foyel, eran sus hombres de mayor confianza. Inakayal convivía con dos mujeres y estaba al mando de 900 hombres.
El primer encuentro con el explorador Francisco Moreno (fundador en 1884 del Museo de Ciencias Naturales), se dio en 1879, aunque fue de manera cordial. Entre 1878 y 1885, el presidente Julio Argentino Roca impulsó la Campaña del Desierto. Inakayal, junto a Sayhueque y Foyel, cayó prisionero del teniente Francisco Insay en Junín de los Andes, en 1885. Antes de que lo embarcaran con destino a Buenos Aires, el Ejército argentino le robó sus caballos y repartió sus hijos entre los generales para que los usaran como sirvientes.
El destino de los caciques fue la isla Martín García. Fueron humillados y sometidos. Sayhueque pudo volver a la Patagonia. Inakayal y Foyel fueron “socorridos” por Francisco Moreno. Increiblemente, ambos pasaron a formar parte de la colección viviente del museo de La Plata.
En el subsuelo del actual museo, estuvieron cautivos aquellos que fueron vencidos en la Campaña del Desierto. Circulaban libremente durante el día, pero por las noches se les impedía cualquier movimiento. En el listado de prisioneros figuraban entre otros, Inakayal, una de sus mujeres y su hija, Foyel junto a su compañera y su hija Margarita.
Las mujeres se encargaban de la limpieza del museo y el lavado de las ropas mientras que los hombres estaban confinados a tareas más duras como cavar pozos y limpiar desagües.
Cuando los científicos lo ordenaban, los indios debían prestarse a ser examinados desnudos, y fotografiados durante horas. La mayoría de ellos aceptaba, pero Inakayal no estaba acostumbrado a recibir órdenes. Foyel pudo regresar a la Patagonia, a cambio de resignar su identidad. Inakayal se negó a ello, y permaneció en cautiverio.
El 21 de septiembre 1887, murió Margarita. El 2 de octubre, la mujer de Inakayal. El cacique tehuelche, quien resistió hasta lo último, veía cómo los cuerpos de su gente eran descarnados y expuestos a los visitantes. Conciente de que suerte estaba echada, Inakayal se pasaba horas mirando los restos de su mujer, exhibida en una vitrina.
Los inventarios del Museo certifican que Inakayal falleció el 24 de septiembre de 1888. Algunas versiones hablan de un suicidio, otras aseguran que fue empujado por unas escaleras. De inmediato su esqueleto fue descarnado y expuesto al público.
Tras reclamar durante décadas, en abril de 1994 la comunidad tehuelche logró que los restos fueran trasladados al valle de Tecka. Sin embargo, en 2006, se comprobó que la restitución fue parcial: faltaban el cuero cabelludo, el cerebro, e incluso el corazón.
La tradición tehuelche establece que sus muertos deben ser enterrados rodeados de los objetos que pudieran necesitar al renacer en otra parte. Lejos de estos rituales, el cuerpo del cacique Inakayal fue cuereado como si fuera un simple animal. Ante tantas aberraciones, hay quienes sostiene que su espíritu rebelde deambula por los pasillos del museo, aquel lugar que fue al mismo tiempo, su cárcel y su tumba.

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