viernes, 31 de octubre de 2008

¡Que vivan los muertos!

Hoy se celebra una vieja tradición que, si bien no nos pertenece, en la Argentina desde hace algunos años se está haciendo más popular. Hoy se celebra… Halloween.
Nuestro país importó esta celebración tan importante en otros países (como en Estados Unidos y Canadá) pero de manera más comercial y divertida. Muchas escuelas primarias de Buenos Aires proponen a sus alumnos que, cada 31 de octubre, acudan a clases disfrazados parar recorrer una vuelta manzana tocando timbre al grito de “¿truco o trato?”, mientras extienden sus bolsas hacia la puerta de las vecinas para que las doñas las llenen con golosinas.
Los más grandes aprovechan para organizar fiestas de disfraces. Pero el verdadero origen del Halloween no es tan divertido como parece, su significado real es la unión del mundo de los vivos con el de los muertos.
Cuenta la leyenda que hace más de 2.500 años, cuando finalizaba el año celta (en nuestro calendario es el 31 de octubre), los espíritus podían salir de sus tumbas, apoderarse de los cuerpos de los vivos y, de esa manera, resucitar. Los aldeanos hacían todo lo posible para no ser atacados por los muertos y por eso decoraban las puertas de sus casa con huesos, calaveras, ataúdes y hasta tallaban caras siniestras en enormes calabazas para que los espíritus los confundieran con pequeños cementerios privados.
Además era necesario que todos los que vivían en la aldea encendieran una vela negra en conmemoración a los difuntos, de lo contrario serían atacados y les provocarían horribles pesadillas nocturnas. Aquellos que no las encendían, podían amanecer dementes o, peor aún, podían no volver a amanecer.
En la actualidad, los creyentes católicos aborrecen esta celebración por significar una veneración a los muertos, incluyendo espíritus malignos, abriendo otra brecha en la guerra entre el cielo y el infierno.
De una manera u otra, el Halloween sigue presente. Quien se anime a festejarlo como un juego, tendrá que atenerse a la posibilidad de un difunto enojado. Quien se anime a enojar a un difunto, tendrá que atenerse a la posibilidad de pasar una noche de pesadillas. Quien se anime a este mal sueño, tendrá que atenerse a la posibilidad de amanecer demente o, peor aún, no volver a amanecer.

No hay comentarios: