viernes, 31 de octubre de 2008

En boca de otros II

Testimonio de una visitante del Cementerio de la Recoleta.

Las almas de la puerta 12


Fue la tarde en la que una cancha de futbol se tiñó de sangre y el resultado de un partido dejó de tener importancia. El 23 de junio de 1968, 71 hinchas encontraron la muerte en una avalancha trágica en la Puerta 12, del estadio Monumental. En aquel encuentro en el que River y Boca empataron en cero, tuvo lugar la mayor tragedia del fútbol argentino. Y que con el tiempo, pasó a engrosar la lista de casos impunes.
En la actualidad, cerca de donde solía estar la trágica puerta se encuentra ubicada el área donde concentra el equipo millonario.
Son muchos los jugadores de River que han asegurado que pueden escucharse gritos desesperados, lamentos y alaridos. También han comentado que hay sido testigos de sombras que se mueven, y puertas que son tocadas por alguien que al abrirla no aparece.
Otro aspecto de la cuestión es la "Ceremonia de Bautismo" a la que son sometidos los jóvenes de inferiores que viven en la pensión del club. Cada 23 de junio, son llevados en grupo y junto a un sacerdote realizan una especie de exorcismo en la Puerta 12. Los juveniles deben portar velas blancas y canalizar “su energía” para que el sacerdote pueda ir expulsando las almas de aquellos que murieron en el Monumental.
Más allá de la leyenda de las almas que perecieron en aquel trágico superclásico, lo más triste es que el episodio de la puerta 12 demostró una vez más que la justicia argentina es un mito tan grande que pocas veces se pudo demostrar que exista como tal.

Más info sobre la Puerta 12:
http://pta12.blogspot.com/

¡Que vivan los muertos!

Hoy se celebra una vieja tradición que, si bien no nos pertenece, en la Argentina desde hace algunos años se está haciendo más popular. Hoy se celebra… Halloween.
Nuestro país importó esta celebración tan importante en otros países (como en Estados Unidos y Canadá) pero de manera más comercial y divertida. Muchas escuelas primarias de Buenos Aires proponen a sus alumnos que, cada 31 de octubre, acudan a clases disfrazados parar recorrer una vuelta manzana tocando timbre al grito de “¿truco o trato?”, mientras extienden sus bolsas hacia la puerta de las vecinas para que las doñas las llenen con golosinas.
Los más grandes aprovechan para organizar fiestas de disfraces. Pero el verdadero origen del Halloween no es tan divertido como parece, su significado real es la unión del mundo de los vivos con el de los muertos.
Cuenta la leyenda que hace más de 2.500 años, cuando finalizaba el año celta (en nuestro calendario es el 31 de octubre), los espíritus podían salir de sus tumbas, apoderarse de los cuerpos de los vivos y, de esa manera, resucitar. Los aldeanos hacían todo lo posible para no ser atacados por los muertos y por eso decoraban las puertas de sus casa con huesos, calaveras, ataúdes y hasta tallaban caras siniestras en enormes calabazas para que los espíritus los confundieran con pequeños cementerios privados.
Además era necesario que todos los que vivían en la aldea encendieran una vela negra en conmemoración a los difuntos, de lo contrario serían atacados y les provocarían horribles pesadillas nocturnas. Aquellos que no las encendían, podían amanecer dementes o, peor aún, podían no volver a amanecer.
En la actualidad, los creyentes católicos aborrecen esta celebración por significar una veneración a los muertos, incluyendo espíritus malignos, abriendo otra brecha en la guerra entre el cielo y el infierno.
De una manera u otra, el Halloween sigue presente. Quien se anime a festejarlo como un juego, tendrá que atenerse a la posibilidad de un difunto enojado. Quien se anime a enojar a un difunto, tendrá que atenerse a la posibilidad de pasar una noche de pesadillas. Quien se anime a este mal sueño, tendrá que atenerse a la posibilidad de amanecer demente o, peor aún, no volver a amanecer.

En boca de otros

Juan Carlos es el cuidador del Cementerio de la Recoleta. Esta es la leyenda que eligió contarnos.

jueves, 30 de octubre de 2008

La leyenda del caballo salvaje


En el siglo XVIII existió, en la provincia de Buenos Aires, un caballo hermoso y de porte desafiante. Más grande que ninguno, corría a toda velocidad por los campos mientras sus crines coloradas jugaban con el viento. En medio de su pelaje, a la altura del vientre, el rojizo pelaje se convertía en blanco formando una braga, detalle por el cual los campesinos comenzaron a llamarlo “Bragado”.
Los soldados de la zona deseaban ser los dueños del potro, quien lo poseyera, tendría una victoria asegurada en cualquier batalla porque era el más rápido que jamás habían visto. Los gauchos lo querían para usarlo de semental y conseguir así, la reproducción de tan maravilloso ejemplar. Pero Bragado no quería ni las luchas ni las crías, no se dejaba atrapar. Corría sobre el pasto, se abalanzaba con todas su fuerzas ante quién buscara enlazarlo.
Una tarde de otoño, cuando el sol ya se escondía, nueve soldados lograron acorralarlo en la barranca de la laguna mientras el potro salvaje hacía un intento por beber de sus aguas. Trató de escapar por un costado, por el otro, hacia el norte y hacia el sur, pero el esfuerzo parecía inútil, el pobre Bragado se convertiría en un esclavo, se convertiría en un caballito de guerra. Desesperado por perder su libertad, y cuando sus captores creyeron que lo tenían firmemente atado, el potro se arrojó desde lo alto de la barranca prefiriendo morir.
Al verlo saltar, los soldados quedaron absortos y uno de ellos enunció: "Potro Bragado, como nosotros, preferís la muerte antes que perder tu libertad. Desde ahora esta laguna llevará tu nombre", y así se hizo en 1776. Años después, el Coronel Eugenio del Busto, puso ese nombre a la ciudad que fundó a las orillas de aquella mítica laguna. Hoy, por sus sueños de libertad y su coraje, el potro Bragado está eternizado en el escudo que identifica al Municipio. Cada año, en los primeros días de octubre, la ciudad celebra la Fiesta Provincial del Caballo en su honor.
El cuerpo del animal jamás fue encontrado pero muchos habitantes de la ciudad, y los pescadores que pasan largas tardes en la laguna, aseguran que cuando cae el sol puede escucharse el rápido galopar del caballo que relincha con el viento.

lunes, 27 de octubre de 2008

El beso de un muerto


Después de hablar por Messenger durante casi un año, ambos sintieron que se conocían lo suficiente como para dejar de lado el monitor y los teclados, y verse en persona. Fue un viernes de agosto, la noche estaba helada y hasta la hora parecía congelarse. Se encontraron en la puerta de Brujas, un conocido bar de la Plaza Serrano, en el barrio de Palermo.
Ella llevaba un jean elastizado y un abrigo fucsia, él estaba vestido de un riguroso negro y no despegó la mirada del suelo, provocando que su pelo azabache (que le pasaba los hombros) le tapara la cara. La hizo pasar, le acercó una silla y se sentó frente a ella con los ojos clavados en la mesa.
La noche fue muy corta. Después de tomar un porrón de Heineken, aburrida porque él no la miraba ni emitía palabras (a diferencia de sus constantes y divertidas charlas por MSN), ella le propuso finalizar la velada y despedirse. Por primera vez escuchó su grave voz: “Estoy con el auto, dejame alcanzarte a tu casa”, le dijo el muchacho. Ella pensó que negarse sería una descortesía, además quería aprovechar que al fin se había animado a hablarle aunque su voz sonara pausada, gruesa y con un eco extraño. Luego de unos segundos, ella aceptó.
Caminaron dos cuadras silenciosas hasta que él se detuvo de golpe, sacó las llaves de su bolsillo, desactivó la alarma, abrió la puerta del acompañante, corrió la notebook que estaba en el asiento, y sin dirigirle la mirada, la invitó a subir. Ella, temblorosa, pensó que se trataba de una broma, pero al ver que él no se reía, accedió a subirse al coche fúnebre, un Cadillac negro lustrado de manera impecable.
Cuando él encendió el motor, una sinfonía de Beethoven comenzó a sonar desde los parlantes. Para acrecentar su horror, la chica notó que en la parte trasera descansaba un ataúd de madera oscura. Él reconoció el pánico en ella y, señalando el féretro, le aclaró: “Aquí vivo y aquí duermo”.
Ella quiso gritar, pero se ahogó en su propio aire. Intentó abrir la puerta del coche pero fue imposible, además la marcha del vehículo había acelerado a una velocidad indescriptible. Sin necesidad de darle la dirección, él estacionó en la puerta de la casa de la joven. “¡Un beso de buenas noches!”, exclamó rodeándole la nuca con su mano esquelética aprisionándola hacia él, logrando que sus labios fríos y resecos se posaran sobre los suaves y rosados labios de ella.
Enseguida sintió un hedor repulsivo, un escalofrío le recorrió el cuerpo, lo miró a los ojos y encontró solo dos cuencos vacíos en un rostro cadavérico. Él empezó a reír a carcajadas, emitiendo un eco cada vez más fuerte. Al ver que no conseguía reacción de la muchacha, la empujó al asfalto y el coche fúnebre arrancó de manera violenta, perdiéndose de vista al instante.
Al escuchar el ruido, la madre de la chica salió a la verdea y vio a su hija pálida, tendida en el piso repitiendo sin parar: “Está muerto, está muerto, está muerto y me besó”. Así pasó el fin de semana. Sin comer, sin dormir y sin dejar de susurrar la misma frase una y otra vez. Sin lograr calmarla, la joven fue internada en una Fundación para la Salud Mental en la calle Godoy Cruz 1878. Meses después, se conocieron dos casos iguales.

jueves, 23 de octubre de 2008

El hombre que despierta sin riñones


Dentro de las leyendas urbanas, existe una que habla acerca de un
hombre que conoce a una mujer muy hermosa, y esta lo invita a su departamento.
Una vez en el lugar, toman unas copas y el hombre se queda profundamente dormido. A la mañana siguiente, se despierta sin saber donde se encuentra ni qué hora es. Se da cuenta que está en una bañera completamente desnudo y cubierto de hielo. Se levanta despacio y al acercarse al espejo descubre con horror que tiene dos cicatrices en la parte baja de la espalda. En un costado de la habitación, encuentra un papel pegado a un teléfono que enuncia: "lo siento mucho pero utilizá el teléfono para llamar a emergencias ya que te extirpamos los riñones”.
Hay quienes aseguran que la historia es una invento, ya que la cirugía de extirpación es muy agresiva, y supone un cuidado extremo para seccionar vasos sanguíneos. En el caso de que fuese un médico el encargado de extraer el órgano, la pérdida de sangre del paciente ocasionaría su muerte casi en el acto. Otros piensan que puede ser que tenga algo de cierto en relación al mercado negro de órganos. De acuerdo a algunas versiones, un riñón puede llegar a cotizarse en 10,000 dólares.
Más allá de todo, la leyenda sigue transmitiéndose de boca en boca y ha cruzado la frontera de muchos países.

Más información: http://leyendasurbanas.com/article.php?story=20070131052303361

domingo, 19 de octubre de 2008

Las lágrimas de Felicitas

Cinco ángeles adornan la iglesia de Santa felicitas, en el barrio de Barracas. Todos tienen el ala derecha caída, y cuando los restauraron, las campanas de la iglesia sonaron inexplicablemente, sin que nadie las hiciera resonar.

Se dice que si se deja al atardecer un pañuelo atado a la reja que divide el altar de la nave principal, amanecerá húmedo por las lágrimas de la triste Felicitas, una mujer de amores frustrados por el mandato de la sociedad.

Felicitas Antonia Guadalupe Guerrero y Cueto era hija de una familia de alcurnia de la vieja sociedad de Buenos Aires. Desde su primera presentación en sociedad fue la belleza más comentada de Buenos Aires. Jóvenes de todas las familias tradicionales porteñas como Cristián Demaría o Enrique Ocampo, la pretendían.

En 1862, cuando tenía sólo quince años, fue obligada a casarse con un amigo de su padre, un hombre de unos sesenta años llamado Martín Gregorio de Álzaga.

De Álzaga era un buen partido, ya que tenía una gran fortuna y buen nombre, pero Felicitas no lo amaba. Los únicos dos hijos que tuvo el matrimonio murieron a temprana edad, y poco tiempo después murió el marido de Felicitas, dejándola viuda a los 24 años, con una casa vacía, y con 71 mil hectáreas de tierra para administrar.

Pero un pretendiente, Enrique Ocampo, persistía en buscar a Felicitas, quien se mantenía cordial pero lejana de todos sus pretendientes. Recién pudo estar cara a cara con ella justo cuando se comprometió para casarse por segunda vez.

La historia se convierte en un confuso relato, que da lugar a la leyenda, cuando Ocampo convence a Felicitas de encontrarse en su casa para hablar y, después de una fuerte discusión, se escucharon dos disparos: Ocampo estaba muerto, y Felicitas, herida de muerte.

Después de una dolorosa agonía, Felicitas murió. Se barajaban varias posibilidades, como que Ocampo hubiera querido matar a Felicitas para después suicidarse, o que otro pretendiente de Felicitas, Cristián Demaría, encontró a Ocampo con el arma en la mano y en un forcejeo se dispararon los infortunados tiros.

Hoy, hay un eco melancólico y triste que sobrevuela la iglesia, ubicada en el corazón de Buenos Aires. Todos los 30 de enero se dice que el fantasma de Felicitas, solitaria, llorosa y pálida, camina por el interior de la iglesia que su familia hizo levantar para preservar su memoria.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Una extraña figura en un cementerio de Córdoba

Según un video grabado por el canal de cable de la ciudad de Huinca Renancó, provincia de Córdoba, en el cementerio local merodearía un fantasma. En las imágenes, aparece una misteriosa figura caminando por el techo de una construcción. El encargado del lugar sostuvo que es imposible que una persona haya estado trabajando sobre el techo en la hora en que se filmó la nota. Además, la figura parecía estar flotando por encima del techo.

lunes, 6 de octubre de 2008

Dos colegios, un túnel, una muerte y una leyenda

La intriga está de pie en Buenos Aires, más precisamente en Pilar. Allí hay dos colegios religiosos muy antiguos, uno frente al otro separados por la Panamericana: el Instituto Verbo Divino y el Instituto Madre del Divino Pastor. Aunque la separación de ambos es solo superficial ya que están unidos por un túnel subterráneo.
Detrás de una pesada alacena verde de la cocina del Verbo Divino está la puerta que da ingreso a uno de los extremos del túnel, pero nadie debería saberlo. Los estudiantes indagaban constantemente pero las curas y las monjas negaban su existencia. La teoría más fuerte recita que en ese pasillo oscuro y frío se encerraba a los alumnos merecedores de castigos. Se los dejaba allí durante tres días privados de luz, de agua, de comida y de baños. Durante las primeras horas los chicos trataban de encontrar una salida, pero el cansancio los vencía y el esfuerzo siempre era en vano.
Una tarde de 1984, el castigo se les fue de las manos a las autoridades del Verbo Divino. Lisandro Zangone, un alumno de tercer año fue encerrado por hacer rimas obscenas durante la clase de religión dictada en la parroquia del Instituto. Lo encerraron en el túnel por tres días y, cuando volvieron a buscarlo, no encontraron más que su cadáver recostado boca abajo con su cara de un color violáceo azulino y con las manos lastimadas por la madera que se astilló bajo sus uñas mientras rasguñaba la puerta en un intento por salir. “Muerte súbita, un infarto luego de la hora de gimnasia”, fueron las excusas que escucharon padres y compañeros.
Dicen que, desde entonces, se escuchan golpes provenientes de abajo que fueron atribuidos al supuesto fantasma de Lisandro que continúa encerrado tratando de salir. Parece ser que ese fue el motivo del cierre del túnel y con él, el fin de los castigos. Pero hace no muchos años, dos alumnos intrigados por la leyenda se escabulleron en el recreo, ingresaron a la cocina, corrieron la pesada alacena verde y encontraron una puerta de un metro por un metro con dos candados. Intentaron romper las trabas pero no pudieron y además quedaron estupefactos cuando escucharon que del otro lado alguien, o tal vez algo, comenzó a golpear la puertita.
Enseguida aparecieron los padres Luis y Alfio que echaron a los jóvenes de la cocina y los amonestaron. A la semana siguiente los dos curas fueron excluidos de la Institución y reemplazados por dos nuevos.
Hoy la cocina permanece cerrada con llave, la puerta del túnel fue tapada con cemento pero, aún así, se escuchan los golpes del otro lado como si el espíritu de Lisandro continuara tratando de salir.

viernes, 3 de octubre de 2008

El pasajero sin ojos


Entre los vagones del ferrocarril Mitre se esconde una leyenda particular. De acuerdo al relato de algunos usuarios, existe un hombre sin párpados que suele deambular por el tren. Según los testimonios, el extraño pasajero siempre sube o baja de la formación en la Estación Coghlan.
Sobre su identidad existen varias versiones. Según algunos, se trata del fantasma de un hombre que se habría suicidado arrojándose a las vías. Para otros, es el espíritu de un vecino de la zona que murió tras padecer una terrible infección ocular.
Aún hoy muchos buscan entre los asientos del viejo tren a aquel hombre sin párpados ya que, según se cree, su mirada posee extraños poderes.